Genaro era un niño muy cumplido y bien portado, hasta que conoció a Guillermo, quien era una persona a la que todo le daba igual y prefería divertirse antes de hacer sus obligaciones. Poco a poco Genaro se fue convirtiendo en un niño desobligado y a pesar de que sus amigos le decían que se ocupara de sus tareas el siempre decía: No voy a hacer los deberes.
Genaro se pasaba todos los días jugando y haciendo travesuras, mientras que sus amigos lo trataban de hacer entrar en razón, pero el seguía repitiendo la misma frase. El ciclo escolar terminó, y con ello las notas obtenidas durante el curso, como era de esperarse Genaro reprobó todas sus materias y sería expulsado del colegio.
Sus padres lo regañaron fuertemente, pero a el le pesaba más haberse dejado influenciar por Guillermo y pasar de las clases y deberes, sus padres hablaron con el director del colegio, quien accedió a darle otra oportunidad. Cuando el verano terminó y llego el momento de volver a clases Genaro estaba muy triste por ver a sus antiguos amigos en un curso más elevado pero estaba decidido a no dejar que las malas amistades lo llevarán a tomar la misma actitud que antes y a aprovechar la segunda oportunidad que tenia para repetir el curso.
Varios años después, en su graduación Genaro dio el discurso de despedida y entre tantas cosas dijo: “no debes dejarte influenciar por nadie, y menos aun si consideras que no son buenas personas, para triunfar en la vida tienes siempre que cumplir con tus obligaciones y deberes porque nadie te asegura una segunda oportunidad en la vida”.